Tarde soleada y espléndida la que se presentaba el pasado Sábado en la plaza de Toros de San Miguel de la Ribera. Un público dispuesto a disfrutar de una buena tarde de toros, en la que tuvieron oportunidad de ver a primeros espadas como Octavio Chacón, Pepe Moral o Serafín Marín, además de al joven e ilusionado novillero Álvaro de Chinchón.

Abría cartel Serafín Marín que estuvo muy dispuesto con el toro que le tocó en suerte, haciéndole las cosas muy bien, a pesar de ser un matador un poco fuera del circuito en la actualidad, el toro demostró tener motor y transmisión durante toda la faena, una faena, que hubiera sido premiada por la afición de San Miguel, de no ser por los múltiples fallos con la espada que le costaron algún que otro pito y el silencio al torero Catalán.

Llegó el turno, del quizás más esperado de la tarde, el gaditano Octavio Chacón, que salió como un vendaval al albero, con un toro castaño que se dejó hacer, y mucho, por las manos de uno de los toreros más en forma del panorama nacional. Temple, ligazón, orden y un toro que acompañaba y acudía a cada cite con codicia, le sirvieron a Chacón para cortar las dos orejas y el rabo al de Lorenzo Espioja que se ganó una vuelta al ruedo en el arrastre.

Llegó el turno para Pepe Moral, el de Los Palacios, tuvo en suerte un toro colorado, muy abierto de cara, y que al igual que sus predecesores, tuvo un comportamiento idóneo para el triunfo y lucimiento del matador. Muy dispuesto estuvo Pepe, exponiendo y arrimándose como es habitual en su tauromaquia, lidiando con la violencia que embestía el de Espioja, que fue lo que más le diferenció de los otros toros de la tarde. Dos orejas fue el resultado de la faena del andaluz.

Y llegó el turno de la ilusión, del relevo generacional, de la juventud. El joven novillero Álvaro de Chinchón se las tuvo que ver con un novillo que nada tuvo que envidiar en cuanto a presencia y trapío a los animales lidiados hasta el momento. Entregado totalmente el joven novillero, derrochó ilusión y ganas de demostrar que hay futuro en esto de los toros. Trató de hacer las cosas lo más pausado y calmado que le permitieron sus ganas, y eso hizo que en algunos momentos se le viese un poco atropellado con los trastos. Pese a errar repetidas veces con los aceros, el público de San Miguel de la Ribera, premió las ganas y la disposición del joven con un apéndice, que bien podría haber sido un premio mayor.