La intensidad y convicción de Saldívar y la bravura y boyantía del sexto de Mimiahuapam depararon un gran espectáculo en el tercer festejo de la Feria de Aguascalientes, que contó con una gran entrada y cuyo punto álgido fue la lidia del citado astado. Las series se sucedieron con ajuste, entrega y emotividad y como el toro puso fijeza y codicia la obra resultó rotunda por la largura y profundidad de los muletazos, que ‘Amor Infinito’ tomó siempre por abajo, con incansable motor. El éxtasis subió de decibelios cuando el torero hidrocálido se echó la muleta a la zurda y estalló cuando hizo ademán de entrar a matar. La petición de indulto fue unánime y el juez de plaza acabó perdonando la vida del bravo animal de la familia Bailleres.
Ya anduvo muy asentado Saldívar con el tercero, al que templó con mando y autoridad. Faena recia, de mucha convicción a un toro que hubo de llegar mucho a cambio de pulsear una embestida de mucha calidad. Labor in crescendo, con estructura, inteligencia y sobre todo, suavidad, que provocó olés profundos de sus paisanos. Como además de gusto y reposo la obra estuvo aderezada con dosantinas y otros adornos llamativos, el calado fue intenso. Solo la espada, que cayó baja, le impidió pasear trofeos.
El segundo de Mimiahuapam tuvo profundidad y ritmo en su embestida, sobre todo en su primera parte. Una acometida típica mexicana que Castella aprovechó en una faena cadenciosa, limpia, ligada, descrita con vertical naturalidad. La tardanza del toro en doblar restó pañuelos a la petición. Saludó una cálida ovación desde el callejón el torero de Beziers.
Lo intentó Castella después con técnica y paciencia pero sin éxito frente al quinto, más basto, que también fue el de peor juego, pues tardeó y nunca se entregó. Regaló un sobrero y fue capaz de mantener la atención del público con un toro manejable al que dispuso una faena entregada que de nuevo tuvo menor reconocimiento del merecido por el pinchazo previo a la estocada final.
Buen toro el primero, Ferrera le buscó el fondo en una faena con pasajes sueltos de gran luminosidad, especialmente con la mano zurda. Se pidió la oreja de modo tímido tras estocada tendida y saludó una ovación. Luego anduvo pausado Ferrera frente al cuarto, buscando la colocación entre un muletazo y otro, con parsimonia, para provocar y encelar en la corta distancia a un animal al que faltó pujanza. Faena sorda, con oficio y honradez, que no tuvo buena rúbrica a espadas.
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Fuente: MundoToro.com
Fotografía: NTR Toros